tracto
un texto corre, un texto ente, un texto entre
︎ 2021
co-rri-ente
no tengo nombre pero tengo cuerpo, no tengo razón pero pienso, siento y palpito, estoy viva y estoy muerta a la vez, en mí vive lo que me rodea y pulsan fuerzas que chocan, se unen y se cortan. Alguna vez leí, o quizás viví, la experiencia de surcar el agua y ser parte de ella, ahí sentí lo acuoso como un estado más allá de lo humano. El líquido que llamamos agua no es agua ni es líquido, es una idea lenguajeada que se ha creado con palabras, palabras que definen a un ser-agua, palabras que usamos para intentar acercarnos. Como seres flotamos acuosos en un medio acuoso, estamos siendo en ese medio y somos ese medio, ese entre, ese conector, ese link, eslabones y pulsos, reverberaciones en el agua, sonidos y frecuencias en el agua, que la mueven y que son en el movimiento. Nos fundimos, seres materiales en el plano de inmanencia, plano transitante. Podemos pensar este estado del siendo como un tránsito, y quienes habitamos este siendo somos seres transitantes, siempre en el paso, nómades y al mismo tiempo situados y conectados con lo que nos toca y tocamos. Somos aquí y en movimiento, somos capas y somos también superficie. Superficie de capas. Nos experienciamos en con-tacto, nos percibimos tocándonos, no sólo viéndonos. Nos tocamos, nos distanciamos, nos afectamos mutuamente; no paramos de tocarnos y devenir. Devenir-rio, devenir-transitante, devenir-calor, devenir-frío, devenir-estemomentoqueyaespasado. Somos río acuoso, somos agua superficial y profunda, sobrevolamos y rozamos hápticamente nuestras propia superficie acuosa. Nos tocamos con ojos propioceptivos. Pulsamos con entusiasmo transitante, con un fervor interno y externo a la vez, una gracia compartida con otros seres, un moverse-con, un flujo e influjo que nunca es individual, ni aislado, ni autoproducido o autopoiético; el entusiamo transitante es tentacular y extensivo, especulativo y real, conectado como se conectan las cadenas montañosas de una sierra. Este momento de devenir juntes es real y virtual a la vez, lo que somos, lo que dejamos de ser, en lo que nos convertimos, todo ello en un momento, estamossiendoahorayyapasó. Este texto no se escribe solo, ni “sólo” con tilde y ni “solo” sin tilde. Hay unos dedos que escriben, dedos que tocan teclas de color negro, teclas que se iluminan para dejar ver las letras que cada una alberga. Teclas que no se miran, pero que se tocan y generan puntos de ceros y unos sobre una pantalla. Corte. En otro momento otros ojos-táctiles se posan sobre estos ceros y unos, sobre estos puntos RGBs en una pantalla touch en el futuro. Estas palabras no fueron escritas para imprimirse, para prensarse, las máquinas de ahora olvidan que Gutemberg alguna vez inventó teclas como sellos, como marcas táctiles, marcas de presión, marcas que nos liberaron y también nos apresaron, marcas sobre cuerpos, marcas sobre nuestra manera de pensar, sobre nuestros modos de crear mundos. Las marcas nos tocan y ese tocar nos abre. Tocar y ser tocado. Afectar y ser afectado, no podemos esquivar la mutualidad de la simpoiesis, esa que describe Lynn Margulis, ese “generar-con” de los sistemas complejos, sistemas que se co-crean entre diversos organismos. Esa simpoiesis que recoge Donna Haraway para describir las SF, las string figures, las figuras de cuerdas, que sólo aparecen en mutualidad, en acoplamiento, en conexión, en con-tacto, entre entes que tensan cuerdas, en intersticios e intensidades. Los transitantes habitan múltiples intensidades, se abren a tajo abierto, se agujerean y se encuentran. Las palabras también son transitantes, especulativas, creativas e imaginales, semiotic-materialism dice Haraway. Palabras que crean mundos, como mundos multiversos se despliegan en el transitante. El transitante es piedra, es roca, es lava y volcán, es aire que atraviesa diagonal la atmósfera, el aire es táctil, lo sentimos, no lo vemos, y si lo vemos lo sentimos porque activa nuestro recuerdo-sensación de sentirlo hápticamente. El aire es un transitante táctil, sútil, presente, es vapor, es agua, es lluvia, es nieve y es sonido. El aire entra en cada transitante, el aire está en un beso transitante, en un grito, en un llamado por teléfono, en una conexión de wifi. Siento mi cuerpo transitante ahora, ¿sientes el tuyo?, ¿estás sentade leyendo frente a una pantalla?, ¿sienten tus isquiones?, ¿estás sobre ellos?, ¿los sientes?, ¿qué siente tu visión háptica?, ¿cómo está tu ceño?, ¿cómo late tu palpitar? Una invitación: siente tu cuerpo en su transitar presente, en este momento, acomódate si lo necesitas, respira ese aire que atraviesa, siente cómo bombeas. Este es un ejercicio de escritura simpoiética, estamos siendo juntes en este momento. Me gusta poder conectar con más transitantes y también me da miedo, porque abrirse y agujerearse es hacerse vulnerable. Siempre estamos abiertas y vulnerables, como diría Buttler, somos precarias y frágiles seres-en-los-mundos. Pero la conciencia de la apertura y la conciencia de la precariedad en la intemperie - en el in-mundo - nos abre a nuevos mundos. La intemperie es precaria y preciosa, en ella habitamos todes. En esa desnudez estamos las transitantes, en esa háptica fragilidad. En esta atmósfera nos dejamos tocar por el aire, por otres, intersticios de vida y no-vida en el tránsito. Lo que entra sale, lo que sale entra, todo se mueve entre cortes y flujos. El calor es sólo en la medida que lo siento. El frío es sólo en la medida que lo siento. La que siente no soy yo sola, sentimos y nos afectamos en red. El rizoma y la raíz también son una misma y diferente cosa. La materia es una misma y diferente cosa. Los pares categoriales son una misma y diferente cosa, naturaleza-cultura, sujeto-objeto, práctica-teoría, acción-inacción, inhalar-exhalar. La dupla es real y no lo es. Secuencias de síntesis disyuntivas dirían Deleuze y Guattari, secuencias que parecen que corren por carriles distintos, pero nunca es realmente así. Un río que se divide en dos, nunca sólo se divide en dos, hay moléculas de agua que no siguen ni el cause A ni el cause B, hay moléculas de agua que se absorben bajo la tierra, hay otras que se evaporan por efecto del calor y viajan con el viento a otros lugares, hay otras que entran en cuerpos transitantes de vacas, de corderos, de plantas y raíces. El aparente dos nunca ha sido real. La puerta nunca se abre y nunca se cierra. La puerta siempre está entreabierta, lo que cambia son sus intensidades de entreabrimiento o entrecerramiento. El aire nunca se bloquea del todo, como nunca estamos fijos, como nunca somos y siempre devenimos. Como estamos deviniendo en este precioso momento, a h o r a.